En el crepúsculo dorado, donde el sol riel resplandece, las sombras se alzan suaves, y el alma encuentra su fe.

Las olas susurran cantos, y los vientos danzan suaves, el mar acaricia con ternura los sueños que nunca acaben.

El cielo, en su inmenso azul, es la tela de la esperanza, y las nubes, vestigios vivos, se mezclan con todas las ansias.

Así danzan los anhelos, y en la naturaleza pesa el eco de la vida, es un credo que se expresa.

  • Manuel José Quintana